En el olvido

Miraba por el hueco de la ventana, era la primera vez que lo hacía.
La oscuridad le negó el tiempo, allí lo perdió.
Y todo se volvió muy oscuro y pesado.
Era como si no puder avanzar, como dejarte atrás y no sentir el dolor.
Era como vivir algo del cual no podía despertar.
Estaba encerrado y allí perdió la noción del tiempo.
Podía oir el susurro del guarda e incluso el leve cantar de la paloma que se posaba sobre los viejos barrotes de la cárcel donde se encontraba.
Llamó a su abogado quien le dijo que se encontraría bajo pena de muerte.
Estaba demasiado obsesionado con salir que todo lo ganado en el campo, bajo el sol del verano, bajo el frío del invierno, no le importaba, y lo vendería todo con la intención de salir y ser alguien diferente.
La oscuridad le negó el tiempo, olvidó su nombre, dejó de comer e incluso permaneció en el olvido.
Cuan no sería su pecado que haber robado en la granja más cercana para poder comer, o al menos, sobrevivir.
Su vida había sido un desastre, no podía permitirse el lujo de bañarse en el río más cercano porque nadie le habia enseñado a nadar. Algo que siempre quiso aprender.
Y cuando ya solo recordaba el agujero donde una tenue luz iluminaba el rincón donde se encontraba, el olor a moho que ambientaba el lugar y no se acordó de su nombre, su abogado fue a buscarle el día del corredor de la muerte.
Él solo recordaba los finos cabellos de su hija perdidos en algún lugar.
¿ Qué haría su hija sin él?
Solo recordó antes de cerrar los ojos en aquellos ojos azules que le observaban cuando dejó escapar el último respiro.